A todos nos ha pasado alguna vez que nos
hemos sorprendido a nosotros mismos totalmente embaucados por el relato o la
charla de alguien y, de igual manera, distraídos y con la atención en otra cosa
ante otros interlocutores.
Pues bien, por mi experiencia como consultor
estratégico de muchas empresas, sé que resulta fundamental, para triunfar en el
mundo de los negocios, ser capaces de captar la atención de nuestra audiencia y
que nos siga durante todo el proceso que dure nuestra exposición o
argumentación. Se trata, en definitiva, de que desarrollemos nuestras habilidades
comunicativas de la mejor manera posible.
Cuando comunicamos, además del mensaje verbal
que estamos trasmitiendo, ponemos en marcha una serie de mecanismos y recursos no verbales que nos permiten dotar de convicción y efectividad al propio acto
comunicativo. Este lenguaje no verbal, que se convierte en nuestra habilidad como comunicadores, se puede
aprender; existen multitud de acciones formativas dedicadas a ello. En este
post, quiero resaltar algunos elementos que personalmente a mi, Ivan Bedia, me
han servido de gran ayuda en mi trayectoria profesional.
Por ejemplo, el volumen de voz. Un tono alto, sin resultar excesivamente elevado,
contribuye a transmitir seguridad y
dominio de la información que se está exponiendo. También lo podemos
utilizar para poner más énfasis en algún contenido concreto así
como para captar la atención de la
audiencia que no nos esté atendiendo. Con esta misma intención también se
suelen utilizar las pausas, mediante un silencio prolongado podemos conseguir
crear más expectación en la audiencia, si bien no se recomienda abusar de ellas
pues también pueden denotar falta de memoria o de recursos.
La fluidez
verbal también refuerza la sensación de seguridad en la persona que está hablando. Debemos evitar utilizar
muletillas y repeticiones muy habituales en el lenguaje cotidiano pero que nos
restan credibilidad ante una situación formal.
Mediante los cambios de entonación podremos comunicar distintos tipos de sensaciones
y emociones a lo largo de nuestro discurso, evitando que se convierta en una
exposición tediosa que aburra a nuestra audiencia.
Es recomendable utilizar un lenguaje claro, que evite los
tecnicismos. En caso de que sea inevitable la introducción de algunos términos
técnicos durante la exposición, deberemos detenernos más en ellos y explicarlos
de tal manera que los interlocutores los asimilen.
Por último, en lo que se refiere a nuestro comportamiento gestual, debemos atender
a nuestra mirada. No debemos ni
retirarla, pues denotaría timidez o desinterés, ni mantenerla fija de manera
continua, pues puede intimidar a nuestro interlocutor. Nuestra expresión facial, que deberá acompañar
al la sensación de seguridad que queremos trasmitir. Los gestos que, si bien
nos pueden servir para dar énfasis, también pueden transmitir nerviosismo si
caemos en el exceso. Y finalmente la postura, cómo nos sentamos, andamos o nos
movemos a la hora de exponer también reflejará distintos tipos de emociones.
Y ahora ya sabéis, a ponerlo en práctica en
vuestra próxima intervención pública.
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